Con la mosca detrás de la oreja, de puntillas protegiendo
los taconazos, disimulando la desilusión o más bien el cabreo sería más
correcto decir, me dejo conducir hasta la mesa presidencial, más quisiera yo.
Ahora entiendo lo de las bolsas que Luisa me ha dejado en el carro, pues no
pienso cambiarme de ropa y no quiero la más mínima mancha en mi vestido, ya me
voy a encargar yo de eso, faltaría más. A lo mejor esta va a ser nuestro primer
enfado de casados, empezamos pronto, solo llevamos casados un par de horas,
pero conviviendo un año, que como él mismo a dicho esto no ha sido más que un trámite,
bien claro me ha quedado ¿Dónde ha quedado el romanticismo? Lo de ayer fue
fantástico, ¿qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado de ayer a hoy?
Un beso en la mejilla y una sonrisa me sacan de mis
pensamientos, haya paz, pienso, haya paz…la culpa es mía, él solo quiere
divertirse, yo también quiero pasármelo bien, pero así no ¡hombre! Haya paz. Si
quiere divertirse que lo haga, pero ni la más mínima mancha en la ropa, ni en
la suya ni en la mía, complicado resulta cuando has de comer con las manos, me
las apañaré, utilizo el pan. No me gusta mancharme las manos con la comida, a
demás soy muy escrupulosa, menos mal que han tenido el detalle de que el cuenco
de ensalada solo lo comparta con este que dice ser mi marido, todo un detalle
pues cada cuenco se comparte entre seis. No quiero ni pensar en el asco. Los
vasos son de plástico, se caen a la mínima, de algún lado sale un pedazo
servilleta para ayudarme a aniquilar el
primer intento de mancha. A pesar de todo la ensalada me sabe a gloria, está
muy buena, hasta le tengo que pegar un manotazo por querer quitarme la hoja de
lechuga a la que había echado yo el ojo, iniciamos una pelea lechuguera, esta
hoja es mía y me la como yo, alguien equivoca la pelea con el salvajismo y veo
volar por encima de mi cabeza una porción de ensalada toda grasienta que afortunadamente solo me salpica un poco, el
vestido impecable. La torpeza de mi vaso es sospechosa, pues vuelve a derramar
el líquido amenazante.
-pásame el rollo de papel que llevas, majo.
-con un cacho te vale.
Inicio una pelea para que me lo dé, el líquido verdoso, se
acerca a mi vestido, difícil huir, pues me levanto el vestido, antes enseño las
bragas que permitir que una mancha malogre el vestido.
Miguel me mira, parece que no le ha gustado la idea, le hago
un gesto de que te aguantas.
- Hoy está todo permitido.
Digo mirándole más
complacida que chula. Mi baso vuelve a estar lleno de nuevo, es un poco extraño
que mi vaso sea tan torpe, es la tercera vez que se cae. A lo mejor la próxima
vez se le cae a otro. En mi empeño de proteger el vestido y el vaso, pierdo de
vista el cuenco de ensalada. No quedaba mucho, pero la estaba comiendo a gusto.
-¿qué has hecho con la ensalada, alcalde?
-yo nada, ha desaparecido cuando miraba tus piernas.
-estate atento, no puedo encargarme de todo. Ya tengo
bastante con la ropa, el vaso ¿Dónde está la botella?
Hace un gesto para que mire debajo de la mesa. Tiene
escondidas botellas de sidra, ya me parecía
a mí que tanto no estábamos bebiendo. Una barra de pan vuela sobre nuestras
cabezas. Aparece un cuenco de ensalada. Me niego a probarlo, a saber a quién pertenecen las babas de la lechuga.
-no pienso comer de ahí.
Un cuscurro de pan rebota en mi cabeza, miro a mi hermana
menor que ríe, ya está dándole al tintorro, cuando éramos pequeñas yo era la
que empezaba la guerra con los trozos de pan, se me había olvidado, contraataco
lanzándole parte de la ensalada. Mi vaso vuelve a caer pillándome desprevenida,
¡Dios el vestido! ¡Quien coño es el que me tira el vaso! Miguel parece no
haberse enterado del desastre, pues si yo me mancho él también, vuelco sobre su
camisa blanca el contenido de su vaso, se le nota más que a mí, el suyo
contiene vino tinto, me mira con esa cara suya juguetona.
Llega la carne, “el asau” ensartada en un palo, Miguel saca
una navaja y me ofrece el primer pedazo sonriendo, pero no me engaña, no me va
a pillar desprevenida, espero ansiosa su ataque. Una hoja de lechuga grasienta
choca con mi nariz, como todo el mundo ríe, no sé de donde ha llegado el ataque,
¡qué más da! Lanzo el contenido de mi vaso, caiga a quien caiga. ¡Se desató la
guerra! Alguien vacía el contenido de
una botella sobre mi espalda.
-saca el armamento que tienes escondido debajo de la mesa.
Digo mientras vacio el vaso sobre su cabeza. ¡Comenzó la
guerra!
Hasta mañana. Agur
MARIAN