jueves, 6 de septiembre de 2012

FIN DE UN LARGO DIA

La fiesta acaba en la presa, donde todo el mundo va a bañarse, después de pasar por el pueblo, donde la gente espera a ver pasar a todos los juerguistas.
Nosotros cogemos un atajo  y nos vamos directamente a casa, ya vale por hoy, parte de mi familia nos sigue, los jóvenes se quedan hasta el final.
Dejamos a mi familia en mi casa, demasiada gente para tan pocas duchas.
Me ducho, me acomodo, me siento feliz pero cansadísima, así que con el gato acurrucado en mi regazo, me acomodo en el sofá.
-¿así vas a salir?
Me dice, mirándome de arriba abajo.
-¡vaya novia!
-¡bah! Solo era un trámite, ahora vida normal, ven ya te hago un hueco entre calcetines y yo.
-tengo mesa reservada en las Ventas, habrá que darles  de cenar a tu familia.
-que cenen en su casa, la fiesta se ha terminado.
-no entiendo tu actitud, te he visto disfrutar y reírte con tus hermanas, estas a gusto con ellas, no puedes negarlo.
-ni lo intento, pero más vale poco y bien que mucho y mal.
- venga, ya no hay marcha a atrás, esperan que vayamos, ya no hay más remedio.
-no me apetece nada, la verdad. Estoy muy cansada.
Pero cedo, haya paz, todo sea por las buenas relaciones, además, según me voy preparando va informándome, no cenamos solo con mi familia, también con la suya, una pregunta se queda en el tintero ¿Nahia? No sé el motivo por el que no lo pregunto.

Llegamos a las Ventas los últimos. Vuelven las felicitaciones, los abrazos y demás arrumacos ¡como me agobian esas demostraciones de no sé qué! A lo mejor es cariño….
El caso es que nos han preparado una mesa preciosa, quedan tres huecos vacios, los más jóvenes se han descolgado de la boda de su tía, han preferido la fiesta del pueblo. Los hijos de Miguel están los dos, incluida Nahia, a la que he visto en el “asau” de pasada, la que no me ha felicitado por el enlace con su padre, a él sí a besado, a mí no. Bueno, por lo menos ha venido, pienso, ya es algo.

La velada resulta amena, me siento muy cansada, Miguel está en su salsa, bla, bla, bla, no caya. Pillo Nahia varias veces mirándome de reojo, le sonrío, no se me ocurre otra cosa, si me diese la más mina oportunidad, bueno por lo menos me mira aunque no lo haga abiertamente. Podría haberse quedado en el pueblo sin embargo ha venido. Ya es algo. Algo en mi me advierte de que las demostraciones de cariño hacia su padre, las tengo que dejar para otro momento, el alcalde me lo pone fácil, no me presta la más mínima atención.
Otra tarta nupcial aparece, esta vez custodiada, por tres empleados vestidos con los trajes regionales. Dejan la tarta en su sitio. Miro a Miguel mientras bailan el “Aurescu” está emocionado, aguantando el llanto, yo también aguanto la llantina al verlo a él emocionado. Si alguien conoce las tradiciones vascas, entenderá el momento.  Haciendo la reverencia pertinente desaparecen.
Este detalle de los empleados ha descolocado a mi marido, no lo esperaba, ni yo tampoco, la verdad. Repetimos el rito de partir la tarta, esta vez lo realizamos hasta el final, un ligero roce de nuestros labios a modo de beso, pero una mirada que hace que mi corazón de desboque ¡qué dominio tiene de sus sentimientos!  Aguanto las ganas de besarle, abrazarle, pellizcarle, darle un mordisquito, besar su rostro, no es el momento adecuado, ya llegará, pienso, ya llegara. Aguanto mi arrebato, sonrío y miro a Nahia de reojo, como ella hace y la sonrío a ella también. Cojo mi copa de cava, primer brindis con mi marido, que también me mira de reojo ¡Qué manía hay en esta familia de mirar de reojo! El siguiente brindis se lo ofrezco a Nahia, que lo acepta quizá un poco forzada por la situación, podría haberme despreciado, no lo ha hecho, ya es algo.

Hasta mañana. Agur.

MARIAN.

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