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Nosotros cogemos un atajo
y nos vamos directamente a casa, ya vale por hoy, parte de mi familia
nos sigue, los jóvenes se quedan hasta el final.
Dejamos a mi familia en mi casa, demasiada gente para tan
pocas duchas.
Me ducho, me acomodo, me siento feliz pero cansadísima, así
que con el gato acurrucado en mi regazo, me acomodo en el sofá.
-¿así vas a salir?
Me dice, mirándome de arriba abajo.
-¡vaya novia!
-¡bah! Solo era un trámite, ahora vida normal, ven ya te
hago un hueco entre calcetines y yo.
-tengo mesa reservada en las Ventas, habrá que darles de cenar a tu familia.
-que cenen en su casa, la fiesta se ha terminado.
-no entiendo tu actitud, te he visto disfrutar y reírte con
tus hermanas, estas a gusto con ellas, no puedes negarlo.
-ni lo intento, pero más vale poco y bien que mucho y mal.
- venga, ya no hay marcha a atrás, esperan que vayamos, ya
no hay más remedio.
-no me apetece nada, la verdad. Estoy muy cansada.
Pero cedo, haya paz, todo sea por las buenas relaciones,
además, según me voy preparando va informándome, no cenamos solo con mi
familia, también con la suya, una pregunta se queda en el tintero ¿Nahia? No sé
el motivo por el que no lo pregunto.
Llegamos a las Ventas los últimos. Vuelven las
felicitaciones, los abrazos y demás arrumacos ¡como me agobian esas
demostraciones de no sé qué! A lo mejor es cariño….
El caso es que nos han preparado una mesa preciosa, quedan
tres huecos vacios, los más jóvenes se han descolgado de la boda de su tía, han
preferido la fiesta del pueblo. Los hijos de Miguel están los dos, incluida
Nahia, a la que he visto en el “asau” de pasada, la que no me ha felicitado por
el enlace con su padre, a él sí a besado, a mí no. Bueno, por lo menos ha
venido, pienso, ya es algo.
La velada resulta amena, me siento muy cansada, Miguel está
en su salsa, bla, bla, bla, no caya. Pillo Nahia varias veces mirándome de
reojo, le sonrío, no se me ocurre otra cosa, si me diese la más mina oportunidad,
bueno por lo menos me mira aunque no lo haga abiertamente. Podría haberse
quedado en el pueblo sin embargo ha venido. Ya es algo. Algo en mi me advierte
de que las demostraciones de cariño hacia su padre, las tengo que dejar para
otro momento, el alcalde me lo pone fácil, no me presta la más mínima atención.
Otra tarta nupcial aparece, esta vez custodiada, por tres
empleados vestidos con los trajes regionales. Dejan la tarta en su sitio. Miro
a Miguel mientras bailan el “Aurescu” está emocionado, aguantando el llanto, yo
también aguanto la llantina al verlo a él emocionado. Si alguien conoce las
tradiciones vascas, entenderá el momento.
Haciendo la reverencia pertinente desaparecen.
Este detalle de los empleados ha descolocado a mi marido, no
lo esperaba, ni yo tampoco, la verdad. Repetimos el rito de partir la tarta,
esta vez lo realizamos hasta el final, un ligero roce de nuestros labios a modo
de beso, pero una mirada que hace que mi corazón de desboque ¡qué dominio tiene
de sus sentimientos! Aguanto las ganas
de besarle, abrazarle, pellizcarle, darle un mordisquito, besar su rostro, no
es el momento adecuado, ya llegará, pienso, ya llegara. Aguanto mi arrebato,
sonrío y miro a Nahia de reojo, como ella hace y la sonrío a ella también. Cojo
mi copa de cava, primer brindis con mi marido, que también me mira de reojo
¡Qué manía hay en esta familia de mirar de reojo! El siguiente brindis se lo
ofrezco a Nahia, que lo acepta quizá un poco forzada por la situación, podría
haberme despreciado, no lo ha hecho, ya es algo.
Hasta mañana. Agur.
MARIAN.
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