miércoles, 11 de abril de 2012

¿QUE TE HA HECHO TU PADRE?


Mis intentos por disimular nulos, es tal mi agitación mental y física, que me es imposible controlar mi reacción. Miguel me mira con cara de no entender, controlo lo único que en ese momento puedo, mi lengua, no sé ni quiero darle una explicación de mi estado. Vuelvo a tener unos deseos incontrolables de ducharme, como si así pudiera aliviar la suciedad que siento en ese momento, aliviar el picor que escuece mi piel, le pido que me acompañe, sigue mis pasos sin decir nada, al momento me arrepiento, sé que es Miguel, que no va a hacerme nada que no deba, que me quiere y me respeta ¿cómo mi padre? ¡Dios! No quiero despreciarle pero no puedo contarle los motivos de mi estado. No me sale, no estoy preparada para ello, aún siento vergüenza, culpa, aunque sepa que no tiene sentido, no puedo evitarlo. No he avanzado nada, necesito ayuda, pero no sé cómo conseguirla.
El teléfono suena, sale del baño aliviado, no he visto su gesto pero lo sé, está tan perdido como yo. Aprovecho su ausencia para meterme en la ducha, el agua quema mi piel, giro el grifo del agua fría, un buen chorro aliviará la quemazón de mi piel, esto nunca me había pasado, el agua fría alivia momentáneamente el síntoma físico. Me doy la vuelta para salir de la ducha, él me espera con el albornoz en la mano, sonriendo con los brazos abiertos, en un momento de serena lucidez dejo que me arrope, que me ponga el albornoz, sentir sus brazos sobre mi cuerpo me sumerge en un sentimiento contradictorio, la protección de su abrazo me gusta me calma y a la vez siento deseos de rechazarle, no lo hago. Intento controlar hasta el más mínimo gesto de mi cara cuando se separa de mí para mirarme, bajo los ojos avergonzada, no puedo sostener su mirada.
-lo siento.
-mírame, Marian ¿qué es lo que sientes?
-lo siento, no puedo hablar de ello.
-¿qué te ha hecho tu padre?
-nada, de verdad, son cosas mías, no sé porqué me he puesto así, estoy muy nerviosa. Si pudieras conseguirme algo para tomar te lo agradecería. Lo siento, no puedo ir a verle y sintiéndolo mucho no voy a ir a trabajar, hoy no puedo. Solo quiero calmarme, retomar mi serenidad, mi sentido común, para eso tengo que estar sola.
-no voy a dejarte sola, no estás sola. No me eches de tu lado cada vez que te pasan estas cosas, porque  ya no me voy a ir, ¿qué clase de persona piensas que soy?
-no quiero discutir contigo, lo siento, prefiero estar sola.
Digo controlando cada silaba que sale por mi boca.
-si me voy no vuelvo.
Muerdo mi lengua por no soltar lo que acude a ella, en este momento no quiero verle, quiero estar ola, pero no quiero que desaparezca de mi vida, así que hago lo único que puedo hacer, llorar, llorar hasta hartarme, lloro desesperadamente buscando perdón, no es a él al que lloro, no, busco el perdón de mi padre, sabiendo que no tiene sentido, pero sintiendo que algo muy malo debí de hacer para semejante trato. Sintiéndome una niña pequeña, sin entender qué pasa, yo solo buscaba la protección de sus brazos, su cariño. Sigo arrastrando mi culpa, mis picores que según escribo tengo que parar a rascarme. Lo dejo por hoy. Hay muchas preguntas sin respuesta todavía, mucha culpa mal dirigida, mucha vergüenza porqué quizá tuve lo que busqué ¡por Dios! Me horroriza el pensamiento, porque no señores, yo solo tenía tres años y mucha necesidad de cariño, lo demás él se lo sacó de la manga, me pasó su culpa y su vergüenza, porque lo que yo siento deberían ser sus sentimientos no los míos, solo tenía tres años. Si ya se todo esto, si racionalmente lo pienso, ¿porqué sigo sintiéndome culpable? ¿Porqué sigo protegiéndole? No lo sé. ¿Quizá ha llegado el momento de perdonar?

Hasta mañana. Agur.

MARIAN

1 comentario:

El intimista secreto dijo...

¿Qué pasó a los tres años? Por Dios, si con tres años es ser casi un bebé. Esperaremos a que continúe la narración, a veces las cosas no son lo que parecen al principio. Qué angustia.