Me despierta el teléfono, las alarmas alucinógenas de mi
cerebro suenan todas a la vez. En los pocos segundos que tardo en coger el
teléfono, pasan por mi cabeza cientos de catástrofes, nadie llama a estas horas
si todo va bien. La voz de mi hermana me estremece, no entiendo lo que dice,
intento calmarla, imposible, solo consigo llorar con ella. Miguel me quita el teléfono.
Miro la hora ¡me he dormido! Son las nueve de la mañana, mi
nerviosismo se incrementa ¡dios qué desastre! Empiezo a andar de un lado para
otro, quiero saber que pasa con mi hermana pero también debo irme a trabajar
inmediatamente.
-es tu padre, Marian, está mal.
¡Vaya noticia! ¿Alguna vez ha estado bien? Me siento mal por
ese pensamiento, tengo que irme a trabajar, es muy tarde ya.
-Marian.
-¡qué!
-tu hermana quiere que vayas.
Tengo que trabajar, estamos a tope, no puedo faltar. ¡Dios!
¡Qué mal momento! Ahora no pedo abandonar mi trabajo, ni hablar.
-Marian.
-¡qué!
-¿me escuchas?
-sí, pero tengo que ir
a trabajar, no puedo faltar.
-tienes que ir.
-no puedo ir, tengo cosas que hacer.
-no hay nada más importante en este momento que despedirte
de tu padre.
-no, lo siento, no puedo ir, no, no, no, ¡joder! No puedo,
lo siento.
-no sé qué problema has tenido con tu padre, pero es el
momento de resolverlo.
-ningún problema, la vida nos ha separado, no pasa nada,
solo que no puedo ir, lo siento de verdad.
-te vas a arrepentir, luego será demasiado tarde, lo que
tengas que hacer respecto a él ahora es el momento de resolverlo.
-no. ¡No hay nada que resolver!
-está histérica, no piensas lo que dices.
-no es la primera vez que ha estado al borde de eso y luego
a remontado, ya iré otro día.
-¿al borde de qué Marian?
-nada, nada, no le des importancia, ya iré otro día.
-vamos a ir hoy, voy un momento al ayuntamiento y en media
hora estoy aquí, espero que me estés esperando aquí.
Y se va, me deja dando vueltas por la casa, nerviosita
perdida, perdida en mi bosque interno, con el cuerpo lleno de zarzas que pican,
me pica todo el cuerpo, las moras ¿qué moras? Las que iba a recoger con él,
¡dios! Estoy desvariando, mi cabeza va de un lado a otro, a cuando las comíamos
con vino, en casa, todos juntos ¿eso es un buen recuerdo? Si claro, a lo mejor
es el inicio de algún mal recuerdo, pero no lo encuentro, solo encuentro sus
cuidados cuando las ortigas me picaban o
cuando algún mosquito dejaba huella en mi piel, no recuerdo que me daba, pero
me calmaba, me tranquilizaba, estoy desvariando, pero el picor de mi cuerpo es
real, me pica todo ¡todo! ¡Dios! ¿Qué está pasando? Tengo que tranquilizarme,
tengo que ir a verle, pero no puedo, imposible, mejor me voy trabajar, no puedo. No puedo ir a verle ni a
trabajar tampoco, pues me quedo en casa, diga Miguel lo que quiera, no me muevo
de casa, que pase lo que dios quiera.
Me tumbo en el sofá, el picor de mi cuerpo no me deja estar
quieta, esto es nuevo, un nuevo síntoma, ¿qué significa? ¿Qué hago?, me faltan,
manos para rascarme, él me rascaba, eso es,
me estoy poniendo mala, voy a darme una ducha, no puedo desnudarme,
siento asco, ganas de vomitar. Necesito un tranquilizante, lo que sea que me
ayude a pasar este momento, que me quite el picor molesto de mi cuerpo, que me
permita analizar qué está pasando, mi cabeza está hecha un lio. Llega Miguel,
¿qué le digo yo ahora?
HASTA MAÑANA. AGUR.
4 comentarios:
Impactante y muy bueno. Es una buena historia.
Gracias por compartir.
Cáspita córcholis, repámpanos he terminado de leerte rascándome todo el cuerpo
Esos son los momentos más difíciles en una vida. Hay cosas que se desearían evitar, apartar como un sueño, pero están ahí, buenas o malas han formado parte de uno, de su sangre y llega el momento en que hay que olvidar, perdonar y enfrentarse a los propios temores. Muy bien narrado.
no sé qué recuerdos sombríos han provocado esa urticaria, pero tienen muy mala pinta!
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