De vuelta al trabajo, sin ganas, con la sensación de que
vuelvo a la guerra. Llevo casi diez días sin aparecer, sin echarlo de menos,
aliviada por tener la excusa perfecta de no acudir.
Aquí estoy de nuevo, me incomodan las condolencias, los
besos a diestro y siniestro, con padre o sin él soy la misma. La misma a la que
no hace mucho dijeron que dejaban el trabajo por no aguantar la situación. Nadie
me echó a mí la culpa, cierto es, pero la que se ve sola con el problema de
Nekane soy yo. ¿Qué hago con esta chica? Haga lo que haga, se lo va a tomar
mal, diga lo que diga provocará discusiones. Se me hace muy desagradable. Salgo
a tomarme un café, esperando que ya haya cumplido todo el mundo conmigo y me
dejen tranquila, me doy por enterada de que todo el mundo siente que mi padre
ya no esté en este asqueroso mundo. Por cierto echo de menos a alguien, que
además, ahora que lo pienso no fue al funeral, o si fue no me enteré. Andrés. ¡Qué
raro! Llevo más de una hora en la oficina y no ha venido. Malo. Aunque discutimos
mucho es mi mano derecha, no sé qué haría sin él.
Le llamo antes de salir de la oficina, no me contesta, no es
propio de él.
Llamo a Nekane, le pido que venga a verme, de malas maneras
me dice que no puede, la obligo a venir de peores formas.
-lleva cuatro días sin aparecer, él sabrá el motivo.
Dice con tono despreciable.
No es propio de él, pero empieza a desagradarme tanto la
actitud de esta chica que decido pasar de ella, algo tiene que saca lo malo de
todo el mundo.
¿Sabrá algo Miguel? Siempre lo sabe todo, aunque me lo
hubiera contado. Siempre recurro a él, si no saco nada en claro, escucharé su voz.
Tiene una voz sensual por teléfono, me gusta, bueno de él me gusta todo o casi
todo.
Otro que no me coge, pues vaya. Cuando vea la llamada
perdida ya me llamará. Voy a por un café o dos, no me apetece estar en la
oficina.
La cafetería sin clientes, a esta hora es relativamente
normal, malas caras de los camareros, han empezado a hacer algo cuando he entrado, creo que he
interrumpido algo. Me estoy agobiando, reprimo las ganas de largarme, meterme
en mi casa y cerrar los ojos.
-¿Andrés?
Pregunto. Uno se encoge de hombros, otro se da la vuelta…….
-¡muchas gracias!
Digo irónicamente.
Voy a la plaza a esperar ver aparecer a Miguel, él sabrá qué
hacer. Allí me lo encuentro, sentado tranquilamente, tomando una cervecita, muy
bien acompañado, demasiado bien diría yo. Se me quitan las ganas de hablar con
él, creyendo que no me ha visto doy media vuelta. Me llama le hago un gesto de
que luego le llamo, subo al coche. El día es perfecto para perderme por esos
caminos que tanto me gustan.
Hasta mañana. Agur.
2 comentarios:
Hola! pasaba invitándote a un nuevo lugar www.unsolorayodeluz.blogspot.com hay una historia allí y que mejor que compartirla ! Espero verte por allá!
A veces no saber es mejor que saber, y el ignorante puede pasar por santo entre los sabios.
Dicen.
No lo sé.
Saludos
J.
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